Bienvenidos

Después de tantos años de docencia, decidí que era el momento de comenzar a compartir todo lo aprendido.
Espero que encuentren en este lugar, lo que han venido a buscar , tanto los que recién comienzan a recorrer este camino como los que ya llevan tiempo en él.
Ayúdenme a seguir disfrutando de la aventura de educar, ya no solo a los chicos, sino también a los grandes que todavían tengan ganas de hacerlo.

sábado, 17 de agosto de 2013

Evitar el fracaso

En nuestra profesión, muchas veces nos sentimos frustrados ante un alumno al que no podemos ayudar o que a pesar de nustra ayuda, parece estar siempre en el mismo lugar. Todos alguna vez en nuestra carrera, nos hemos encontrado con esos chicos que parecen no tener ningún interés en nada, o que al comenzar la jornada, trabajan y de a poco los atrapa el desgano y no hacen más nada. Muchas veces están defasados en edad, producto de varias repitencias (fracasos).
La experiencia me demostró, que la mayoría de las veces, esos chicos dejan de intentarlo, cuando sienten otra vez el fracaso de no poder resolver algo.
Piensen en lo que más les cuesta hacer (para algunos será dar vuelta una tortilla, o correr durante 20 minutos seguidos, o memorizar una poesía) e imaginen que cada día alguien los obliga a hacerlo. Al principio lo intentarán, pero si permanece la imposibilidad de hacerlo comenzarán a sentirlo como un fastidio y por último, como un fracaso y por supuesto abandonarían. Ahora piensen qué diferente sería si quién les pide que lo hagan, se detuviera a ver dónde radica la dificultad y los ayudara a solucionarla para poder adquirir la destreza. En nuestro ejemplo de la tortilla podría ser que la persona no lubrica la sartén y cada vez que lo intenta, esta se rompe. Sólo con remediar esto podría seguirse adelante con la práctica y lograr una tortilla entera.
Les cuento a continuación una situación real, que puede serles de ayuda.
Una docente de segundo ciclo, me comentó muy preocupada (y doy fe de que es así, ya que es sumamente comprometida y se aflige cuando no puede ayudar a sus chicos), que tenía un alumno con las características que mencioné en el primer párrafo. Cuando le sugerí evaluarlo individualmente para conocer los conocimientos previos del niño y trabajar a partir de allí, me explicó que lo había intentado pero al poco rato de comenzar él se negaba a seguir. Le pedí que lo trajera a trabajar conmigo y vería si podía evaluarlo en el ámbito más íntimo de la Dirección (ya sé que esto es función de OA, OE pero me gusta seguir en contacto pedagógico con los chicos a pesar del cargo y por eso algunas veces los "invado" en su trabajo).
Cuando llegó, con una hoja en la mano y un lápiz, se sentó, casi no me miraba, y se lo veía incómodo ante la posibilidad de una nueva evaluación. Nos saludamos y comenzamos a conversar de cómo eran sus días en la escuela, cómo se sentía en este lugar y cuáles eran sus intereses. Me sorprendió sobremanera que me respondiera que prefería matemática a otras áreas. Le propuse entonces que me ayude a "investigar" qué contenidos sabía de esa área y en cuáles teníamos que prestarle ayuda. Para ello comenzamos con un dictado numérico. Lo primero que observé (y por supuesto regirtré, porque uno después se olvida, y todo es válido al momento de pensar nuevas estrategias), era que tardaba mucho para escribir los números. Lo hacía de una manera sumamente prolija, lo que lo hacía tardar, pero además pensaba detenidamente antes de poner cada una de las cifras que conformaban el número. Si se le daba el tiempo, los escribía correctamente. Mientras él hacía lo suyo, comencé a imaginarme un situación de clase en la que la maestra tomara una evaluación de matemática y dictara a la totalidad de los alumnos. Este chico, que tardaba visiblemente el doble que los otros, trataría de apurarse para seguir el ritmo de los demás y así seguramente equivocarse, o se tomaría su tiempo, pero al querer seguir, ya se habría perdido dos o tres números y ante la evidencia, abandonaría el dictado. Siempre a su ritmo, fui dictándole números cada vez más complejos, con ceros en el medio o mayor cantidad de cifras y los escribía, hasta que llegué a su techo y paramos.
A continuación, y antes de escribir una situación problemática que le iba a dar, le pregunté si podía leer solo y señalándome una hoja en cursiva que tenía sobre mi escritorio me dijo:-En esta letra me cuesta mucho. Entonces redacté este problema de suma, escrito en imprenta mayúscula:
PARA MI CUMPLE, MI TÍO ME REGALÓ 50 PESOS, MI MAMÁ 15 Y YO TENÍA 20. ¿CUÁNTO DINERO TENGO AHORA? Lo leyó solo y me dijo que había que sumar. Le dije que lo resolviera con la estrategia que quisiera. Como era de esperar hizo la cuenta. Puso arriba el 50 y debajo de él, el 15 y el 20 uno al lado del otro. Es decir que abajo del 50 puso1520 y sumó. Le pregunté si hacía compras y manejaba dinero, a lo que me contestó que sí. Entonces le ofrecí billetes y monedas y con ellos resolvió sin dudar y correctamente el problema. Lo comparamos con la cuenta y vimos cómo ubicar los números para que den ese resultado. También el por qué de esa ubicación. De la misma manera, con billetes y monedas, resolvió perfectamente otros problemas de suma, resta división y multiplicación. El problema de división decía que 160 pesos debían ser repartidos entre dos hermanos. Tomó un billete de 100, uno de 50 y uno de 10. Cuando se dispuso a resolver, me sorprendió la naturalidad con la que dijo:- Mejor va a ser con estos. Y cambió el de 100 por dos de 50 y el de 50 por 5 de 10. Al quedarle 50+50+10+10+10+10+10+10, dividió rápidamente y dijo:-80 para cada uno.
Para estas alturas, le pregunté si estaba cansado (ya había pasado como una hora) y me contestó que no, entonces seguimos con Prácticas del lenguaje.
Leyó un texto literario en imprenta mayúscula con ilustraciones y me lo contó, sin problemas.
A continuación le ofrecí un texto informativo en imprenta minúscula y descubrí tres cosas, una que confunde algunas letras (d con b, por ejemplo) y eso lo hace interpretar mal la palabra, otra que su vocabulario es tan limitado que ante cualquier palabra que desconoce, si no tiene alguien que lo guié en la comprensión, no entiende, y por último, que como le da vergüenza trabarse, aunque algunas palabras las lee mal, sigue adelante. Resultado: no puede explicar lo que leyó porque no lo comprendió, aunque se lo ayude a través de preguntas que lo guién. Lo que falló es la lectura
Para finalizar le dicté algo con la libertad de que use el tipo de letra que quisiera y por supuesto eligió imprenta mayúscula. Escribió sin omisiones.
Pasamos juntos dos horas.
Este tipo de intervenciones, carece de valor, si no se usan posteriormente como insumos para ayudar a ese chico. Basándonos en lo observado, ahora podemos preparar actividades de matemática que requieran usar el campo numérico que maneja y situaciones que pueda resolver con billetes y monedas, para llevarlo ayudarlo a que avance a partir de allí a otras estrategias, pero si no puede o se siente más seguro con esa y le permite resolver satisfactoriamente, bienvenido sea. De esa manera no fracasa
En Prácticas del lenguaje, es obvio que deberá leer y escribir en imprenta mayúscula y los textos tendrán que ser en un principio cortos y con vocabulario sencillo, para ir complejizándolos en la  medida que sea posible. También trabajar con otros a partir de lecturas compartidas que puedan guiarlo en su comprensión y sobre la construcción grupal de textos
Conclusión: sería mucho más sencillo que todos los alumnos aprendan lo mismo y al mismo tiempo, pero eso no es real. Así como no todos los bebés aprenden a caminar a los 12 meses, lo mismo ocurre en la escuela. Cada uno tiene su ritmo, y si no lo respetamos, no logramos nada, porque son proceso que se dan internamente en el individuo. Nuestro desafío es descubrir los conocimientos previos y el ritmo de cada uno y a partir de allí guiarlo en el proceso de aprendizaje.
Este desafío permitirá que ambos (el niño y nosotros) no suframos el fracaso.